sábado, 27 de julio de 2013

EL REGRESO DE UMA, MI ALUMNA

       Uma, no se ajustaba al modelo clásico “mujer, madre y esposa” ni a ningún otro.
       Cursó Primer Ciclo de Adultos en el aula de nuestra escuela, dentro del Hospital "Evita" de Lanús, en el año 2000, y al año siguiente fue imposible ubicarla.  Inesperadamente,  pocos meses atrás,  la reencontré por las calles de Lanús.
      Uma era una mujer de origen nativo, que había sido traída desde el norte Argentino hasta Buenos Aires, según su propio relato, para trabajar en una casa de familia, cama adentro.  Quizás había tenido algunos romances pero nunca formó familia ni tuvo hijos propios. Siempre cuidó los de sus patronas hasta que la dejaron sin trabajo por tener algunos trastornos de memoria. Aún no existía la regularización del servicio doméstico y había ido a parar a una de las villas de emergencia de la zona sur donde vivía el hermano mestizo que la trajo desde sus pagos.   Este hombre no estaba muy contento con recibir a su hermana, porque Uma, ya contaba con más de sesenta y cinco años de edad por aquel tiempo,  estando muy avejentada como para realizar tareas domésticas.  Además, cuando el hombre la enviaba a hacer mandados, traía la mitad del encargo. 
- No servís para nada - contaba Uma, cómo le protestaba el mestizo.
     Comenzó un tratamiento en el hospital “Evita” de Lanús, y mirando los carteles ilustrados, se dio cuenta que se trataba de una escuela y siguió las flechitas hasta llegar al “Aula 2” del Primer Piso. Uma se asomó tímidamente, mientras la maestra estaba dando clases. Invitada a pasar, escuchó un par de historias con atención e intervino diciendo espontáneamente:
-Yo soy Uma y me sé la oración a la bandera – Y la recitó completa.
- ¡Qué bien Uma! ¿Querés compartir algo más con nosotros? – la alentó la maestra mientras los alumnos adultos y adolescentes la miraban con toda la curiosidad con que se mira a los recién llegados.
- Yo no sé leer, maestra, y como vengo seguido al hospital me gustaría aprender acá –. Y desde que entró al salón, Uma no faltó ni un solo día de clases.
     Muchas veces era la última en irse, intentando practicar algunos temas.  Así fue como se acumularon anécdotas, como la de alguna vez en que el guardia pensó que ya se habían ido todos y las dejó encerradas, teniendo que asomarse por la ventana con la Seño, para pedir a alguien que les abriera, u otra vez en la cual contó con asombro cómo había viajado en remís gracias a la municipalidad de su partido, junto a ocho personas más, dentro del mismo automóvil, para ir a votar, puesto que el gobernador de entonces les entregó una zapatilla a cada una y les prometió la otra si ganaban en la zona.
     Cuando los docentes recuerdan a sus alumnos, les da pena haber perdido contacto con algunos, quedando en el camino por mudanzas, peleas familiares, o por motivos laborales varios.  Este caso demanda singular atención; nunca le había sucedido a esta maestra , ni siquiera durante suplencias en alejados barrios muy precarios, reencontrarse con alguna persona en las condiciones en que vio a la querida Uma: 
     Durante una ardua mañana de trámites, durante el presente año 2012, la docente vio venir en sentido contrario al suyo, a una mujer con bastantes canas y cansancio, arrastrando pesadamente una vieja carretilla de madera con pertenencias personales.  Comenzaba a lloviznar y se la veía buscar reparo.  La maestra, apuró el paso para verla de cerca, comprobando con amargura que se trataba de Uma.  Trató de comunicarse pero la mujer tenía la mirada perdida. Estando a fin de mes, la maestra resignó las fotocopias para su trámite, a cambio de ir hasta la confitería más cercana, a comprarle apresuradamente algo para comer a su antigua alumna, y cuando pidió un vaso descartable, el cajero preguntó por qué razón no desayunaba tranquila adentro.  Ante la desazón de la clienta, el curioso miró hacia fuera y al ver pasar lentamente a la viejecita, expresó alivio al no tener que llevarle él mismo una bandejita o negarle el permiso de entrar a la deambuladora de la mañana, como le decían entre los mozos, según murmuró. 
     Uma, se detuvo al escuchar su nombre y al levantar la vista, tomó temblorosamente el vasito y las facturas ofrecidas, y se sentó en el suelo, en un recoveco del Bingo de Lanús. 
- Me parece que no va a poder quedarse mucho tiempo acá, Uma ¿Qué le parece si vamos hasta la Municipalidad a ver si conseguimos un lugarcito para usted?- Le dijo la maestra mientras Uma devoraba las medialunas tiernitas como la mirada inocente de sus ojazos negros.
     Inmediatamente, se acercó un guardia de seguridad privada y le dijo a la docente: - ¡No se preocupe, señora, vaya no más! Yo mismo la llevo a la Municipalidad…- ¿Está Ud. Seguro? – preguntó la maestra – Sí, si, vaya, vaya… -  Y no teniendo puesto el guardapolvo, se sintió sin autoridad como para dudar del buen gesto demostrado por tal guardia.
     Noches después, a la salida de la Universidad de Lanús, la misma maestra, en su rol de estudiante que estaba por mutar al de ama de casa en breves minutos,  vio a la misma mujer de paso lento y expresión castigada, caminar con su carro por el antiguo paredón del ferrocarril…: - ¿Qué pasó Uma, no encontró lugar? – preguntó disimulando indignación. 
- ¿Usted también me quiere robar el carro?, vamos a caminar como con el vigilante del otro día, y cuando doblemos, a usted sí le voy a dar con el palo tantas veces que vamos a ver si se va a escapar como aquel… - respondió Uma, irreconociblemente alterada!
     Y en tanto Uma se alejaba desparramando improperios hacia la humanidad, la maestra, que de noche era una alumna más, intentando encontrar respuestas para entender al mundo de la posmodernidad,  se quedó callada, inmóvil, sintiendo la angustia de quien no sabe cómo actuar… Se pensó cobarde, al no encontrar palabras para responderle, en parte porque su propia familia la esperaba en la casa alquilada, en parte porque no sabía si presentar una nota a la Municipalidad, al Bingo o publicar  como Carta Abierta en algún diario, la historia de Uma, la mujer discriminada por gran parte de la sociedad vecina, porque no juega ningún rol dentro de las buenas costumbres, porque ya no tiene edad para ser tenida en cuenta en el voto popular, o porque no tiene quién vele por ella… Y por el momento, no se le ocurrió a esta maestra otra cosa mejor, que presentar este relato en la Jornadas ESI, en 2012, para consideración de todos los que quieran pensar con ella una posible solución… Este relato fue leído en dichas jornadas, en un corredor municipal, porque no había salón disponible como para habilitar un espacio para las lecturas de la Modalidad de la Educación Primaria de Adultos...